
Omnipotente y sempiterno Dios; heme aquí dispuesto a acercarme al Sacramento de tu Hijo y Señor Nuestro Jesucristo. Me acerco como enfermo al médico de la vida, como inmundo a la fuente de la misericordia, cual ciego a la luz de la claridad eterna, cual pobre y miserable al Señor del Cielo y de la Tierra.
Ruego pues a la inmensa abundancia de tu largueza que se digne curar mis enfermedades, lavar mis man- chas, iluminar mi ceguedad, enriquecer mi pobreza, vestir mi desnudez, a fin de que, con tanta reverencia y humildad, con tanta contrición y devoción, con tanta pureza y confianza, con tal propósito y pureza de intención reciba al pan de los Ángeles, al rey de reyes y Señor de los que dominan, como conviene a la salud de mi alma.
Concédeme, Señor, así te lo ruego, que reciba no solo el sacramento del cuerpo y de la sangre del Señor; sino también la gracia y la virtud del sacramento. ¡Oh Dios pacientísimo! concédeme que de tal manera reciba el cuerpo de tu Unigénito Hijo, Nuestro Señor Jesucristo, que tomó en el seno de la Virgen María, que merezca ser incorporado a su cuerpo místico. y contado entre sus miembros.
¡Oh amantísimo Padre! concédeme que, si ahora voy a recibir a tu amado Hijo envuelto en los velos eucarísticos, al fin algún día pueda contemplarlo cara a cara por toda la eternidad.
ACTO DE HUMILDAD ¡Oh Supremo Monarca de los Cielos y de la Tierra! ¿quién eres tú y quién soy yo? ¿Acaso porque ocultas tu gloria, porque aniquilas tu grandeza; yo puedo olvidarme de que tú eres mi creador grande, magnífico y yo un vil gusanillo de la tierra y más que todo un ser manchado con la inmunda lepra de la culpa?
Pero, si Tú lo quieres bien puedes limpiarme de ella, por eso una y otra vez te diré con la humildad del Centurión: Señor yo no soy digno de que entres en mi pobre morada, más di una sola palabra y mi alma quedará sana.
ACTO DE DESEO Como desea el ciervo apagar su sed en la fuente de las aguas así desea mi alma a Ti, Salvador mío, Señor Jesús. Entrégate a mí y esto basta para mi felicidad; porque fuera de Ti no hay consuelo que valga, sin Ti no quiero vivir, sin tu visita desfallece mi corazón. Ven ¡oh dulce Jesús! ven no tardes más y abraza mi alma en tu amor.
OFRECE LA COMUNIÓN QUE VAS A HACER Señor mío Jesucristo en unión de aquella divina intención con que te ofreciste a Ti mismo en el árbol de la cruz y en la última cena al Padre eterno, te ofrezco esta comunión. Sirva ella para exaltación de su gloria, reparación de su justicia ultrajada, santificación de mi alma y de la de aquellos por quienes debo orar o que se han encomendado a mis oraciones, por el remedio de todas nuestras necesidades espirituales y temporales.
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