
Durante el camino bueno es seguir la piadosa costumbre de nuestros mayores de rezar el santo Rosario. Entrando al Santuario ve directamente a la capilla del santísimo Sacramento y después de adorarlo con una breve oración, vuelve al altar mayor, en donde se venera la portentosa imagen de María Santísima y puesto de rodillas, avivando la fe, dirás:
ACTO DE CONTRICIÓN Señor mío Jesús, mi Bien y mi amor. Cuan obligado estoy a servirte por los innumerables beneficios que de ti he recibido y particularmente por haberme dado una buena Madre en la que lo fue tuya, María Santísima, que se dignó aparecerse en este mismo lugar, y dejarnos la milagrosa imagen que yo tengo ahora la dicha de contemplar. ¡Pero cuán mal he correspondido a tan inmensos beneficios!
Me arrepiento Señor de haberte ofendido, por ser tan bueno y tan digno de ser amado y servido por mí. Propongo con el auxilio de tu gracia, jamás volverte a ofender, sino consagrar el resto de mis días a servirte y a tu Santa Madre que también es mía. Amén.
ORACIÓN ¡Oh Virgen Santísima de Guadalupe! Cuanta es mi dicha al encontrarme hoy, en este santuario, postrado de hinojos ante tu celestial imagen. ¡Tú bajaste del alto empíreo a santificar este lugar, tú convertiste en fragantes rosas! las áridas espinas que por doquiera germinaban en él, tú prometiste que aquí estaría tu inmaculado corazón dispuesto a enjugar las lágrimas y oír la voz de los que a Ti acudieran en demanda de consuelo y protección.
Yo, Señora, tengo como la dulce creencia que tú misma bajaste al Tepeyac, y en prenda de tu amor nos dejaste esta hermosísima imagen. Esta creencia es mi más dulce consuelo en las penas, es mi más firme esperanza en las dudas y vacilaciones que me asaltan, es mi más puro timbre de gloria de pertenecer al pueblo que Tú tanto honraste con tu aparición.
Esta creencia es la que hoy me mueve a venir ante tus plantas, a hacerte esta visita en acción de gracias por la honra que nos has dispensado, y por los favores que nos has concedido. Acéptala, oh Virgen purísima y amantísima Madre mía, acéptala con la protesta de mi fe sinceramente guadalupana.
Que el Señor pegue al paladar mi lengua si alguna vez osare pronunciar una sola palabra en contra de ella; antes bien esta devoción permanezca en mi alma hasta la muerte, para que Tú no me abandones hasta verte seguro en el seno de Dios. Se rezarán cuatro Salves para honrar las cuatro apariciones de la Santísima Virgen de Guadalupe a Juan Diego.
DEPRECACIÓN ¡Salve, oh aurora del divino Sol de Justicia, que viniste a traernos la luz de la gracia! Salve, oh Reina de los Cielos a quien el sol viste con sus fulgores, la luna sirve de peana, y las estrellas vienen a tachonar tu manto real y los serafines para sostener tu dulce peso!
¡Salve, oh Reina de los Apóstoles que no quisiste encomendar a otro sino desempeñar por ti misma el cargo de evangelizarnos y llevarnos a Dios! ¡Salve, oh Reina de todos nosotros los que con inmenso júbilo te hemos proclamado como tal al coronar tus sienes con la corona de oro, débil tributo de un pueblo que todo lo ha recibido de ti ¡oh María!
Recibe pues hoy esta nueva manifestación de mi vasallaje que renuevo postrado hasta el polvo ante tu sagrada imagen pidiéndote encarecidamente me tengas como a tal, ahora y siempre pues servirte es reinar, es ser soberanamente feliz. Amén. Se rezan nueve Ave Marías uniéndose a los coros angélicos en estas salutaciones, a su Reina y Señora.
ORACIÓN Vuelve ¡oh Virgen María de Guadalupe! tus ojos de misericordia hacia esta nación que es toda tuya, pues que tú la rescataste del poder de las tinieblas. Haz que la fe cada día se arraigue más y más en ella y la depravación de las costumbres desaparezca.
Concede a sus Prelados gracia especial para saber apacentar a su rebaño, da a su clero la santidad propia del estado que profesa, ilumina a sus gobernantes para que lo lleven por el sendero de la paz y de la prosperidad, aleja de ella, destruye y aniquila las asechanzas de sus enemigos así en el orden espiritual como en el temporal. Y a mí, que lleno de confianza vengo hoy a pedirte el remedio en mis aflicciones, concédeme la gracia que solicito, si así conviene a mi eterna salvación.
Amén.
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